24 de febrero de 2007

Osvaldo Fresedo



Nació en Buenos Aires, en el seno de una familia de cómoda posición económica, lo que parece haberlo marcado artísticamente: su orquesta, de estilo refinado y aristocratizante, fue la preferida de los círculos elegantes.

Sin embargo, pese a que el padre de Osvaldo era un rico comerciante, cuando el niño tenía diez años la familia se asentó en La Paternal, un barrio algo apartado y humilde, de casas bajas y ambiente popular, lo que también gravitó en su destino.

Allí se inició en el bandoneón.

La suya fue la trayectoria más extensa que pueda hallarse en el tango: más de 1.250 grabaciones dan testimonio de ella.

Su presencia en el disco cubrió 63 años.

19 de febrero de 2007

El "Humo" de mi Jardín



El jardín de mi casa es pequeño pero sin embargo embelle su entorno.
Lo concebí de una manera prolija pero sin el más mínimo plan...
Sin orden ni organización se fue haciendo a pulmón con dedicación y entusiasmo.
Su piso no es de césped...
Es de baldosones grises...
Así que le falta el corazón palpitante de los prados...
Esa desmesurada sensación de bienestar que nos da pisar la tierra y aspirar el olor al pasto recién cortado no se encuentran acá...
...No obstante eso, este lugar es un lugar con magia.
Aquí las mariposas y los pájaros se posan en las plantas entre la mística y el perfume.
La una por el amor con que fue recreado y la otra por el florido resultado de ese amor hecho flor...
Así pude desdibujar en parte el gris de las baldosas...
...Y además, como revancha, me adueñé del aire...
Y colgué...
Colgué por todas partes macetas...
Y logré que el verde de las plantas sea lo primero que se ve por la ventana al asomarse.
Y colgué por doquier llamadores: de cristal algunos, de metal otros, alguno de bambú y otros de ágata...Y en esa mezcla de texturas, en ese movimiento de larguras y en ese combinar de materiales le pude poner música al vergel.
Y tomé las dos paredes de ladrillos...
Les coloqué jazmines trepadores...
Y perfumada madreselva...
Y Santa Ritas de color naranja y fucsia...
Cultivé azaleas blancas y rosadas, planté geranios bicolores, escondí en la sombra del azahar violetas de los alpes...
Puse portulacas allí donde el sol se planta todos el día...
Desparramé por todos lados alegrías del hogar...
En el centro, una palmera, con ese baile perpetuo que tiene con el aire.
Hasta puse un aloe y especié este jardín con menta, orégano, romero y albahaca...
Y acomodé potus y un palo de agua en buena sombra, un helecho gigante y dos plantas moradas con buen cuerpo...
Y hasta un gran ficus...
...Debajo de él las clavelinas con una begonia bien plantada...
Y en el rincón más lindo de la verja dejé un jazmín del Cairo...
...Para recibir a mis amigos aromados.
"Bagualera"
Interpretada por ESCALANDRUM, con el "Pipi" Piazzolla en la batería

18 de febrero de 2007

Taconeando, la vereda de Beba Bidart


Taconeando


Malena



Milonga, vieja milonga

Horacio Salgán a los 90 años



El maestro de piano
Hoy cumple los 80 y mantiene la cabeza intacta y la pinta invicta.
Horacio Salgán sigue siendo el mismo cajetilla de siempre y el mismo músico de toda la vida. Para los porteños, forma parte de un sobreentendido, de una contraseña tanguera, de un signo de distinción reservado solo para elegidos.
Si existiera peor venganza que la del olvido, Salgán extendió una ancha gambeta musical para permanecer presente en el recuerdo y en el silbido.
Ha completado, en el almanaque, una segunda jubilación: rigurosamenmte acredita 65 años de músico profesional, desde aquel contacto primario con el público, en 1931, acompañando con el piano las películas mudas en el cine Universal, de Villa Devoto. Soportó, por un tiempo, el viejo vicio argentino de la ingratitud, pero su talento se impuso a la indolencia y a la sordera : acaso su nombramiento como Personalidad Emérita de Buenos Aires (1995) constituya un resarcimiento y una recompensa para tanta grandeza.
Fragmento de nota en diario "Clarín del 15/06/1996-Buenos Aires Argentina




A fuego Lento

La llamo silbando

Carlos Di Sarli



"La Cumparsita"


Nadie como él supo combinar la cadencia rítmica del tango con una estructura armónica, en apariencia sencilla, pero llena de matices y sutilezas.
No estuvo enrolado en ninguna de las dos vertientes de su época.
No fue una orquesta tradicional, al estilo Firpo o Canaro.
Tampoco un seguidor de la renovación decareana.
Di Sarli impuso un sello propio, un perfil musical diferente que se mantiene inalterable en toda su prolongada trayectoria.
En los comienzos, su sexteto nos revela la influencia de Osvaldo Fresedo.
Y es cierto, opino que no hubiera habido un Di Sarli si no hubiese existido un Fresedo.
Pero, sólo como antecedente necesario de un estilo que, con el tiempo, se convertiría en un modelo puro, de naturaleza propia y diferenciada.
Fue un pianista talentoso, quizás uno de los más importantes, que dirigió su orquesta desde el instrumento, con el que dominaba la sincronía y la ejecución del conjunto.
En su esquema orquestal no existían los solos de instrumentos, la fila de bandoneones cantaba por momentos la melodía, pero tenía un papel esencialmente rítmico y milonguero.
Únicamente el violín se destacaba de un modo extremadamente delicado, en algún solo breve o en un contracanto.
El piano mandaba de una forma sugerente, con un bordoneo que se hizo marca registrada del maestro, encadenando los compases de la obra y acentuando un ritmo delicado y elegante, especial para la danza.

"A la gran muñeca"